Faltan pocos minutos para las 00:00h del 28 de agosto de 2022.
En la carpa base de Màxima Bikes, situada a pie de puerto, se ultiman los detalles. Mecánica, ciclocomputador, baterías, comida, ropa... todo listo.
3,2,1... ¡Arrancamos!
Jose Fornés, el Xiquet, comienza sus 20 ascensiones al puerto de Vall de Ebo, para completar los 8.848m de la altura del Everest. Le acompañan en las primeras horas de la noche, un compañero de su Club, el CC Segària, y otro del Club Ciclista Pego y les Valls.
Las primeras ascensiones transcurren con cierta placidez. Temperatura agradable, buena tertulia, frescura en las piernas y la ilusión de comenzar un reto apasionante.
En unas horas, sus compañeros se retiran a descansar, El Xiquet los necesitará en perfectas condiciones más adelante, pero con las primeras luces de la mañana, nuevos compañeros y compañeras se van uniendo a la expedición. A lo largo de la mañana, la CV-712 se convierte en un hervidero de ciclistas, motoristas y curiosos de toda índole que se van sumando al reto. En la carpa base, también se va acumulando gente, dispuesta a conseguir sus metros solidarios, sus pulseras o, simplemente a hacer una generosa aportación.
Alcanzado el ecuador de la prueba, nos acercamos a mediodía y la "serpiente multicolor" que acompaña a Jose, subiendo y bajando el puerto, cada vez es más enjuta.
Los kilómetros y las altas temperaturas empiezan a pasar factura a la maltrecha fisionomía de nuestro esforzado amigo. El efecto de las cremas para el dolor, va remitiendo y tiene que hacer constantes paradas en “boxes” para reactivar la circulación en las extremidades inferiores.
Para mayor desgracia, se percatan que habían cometido un error de cálculo, y en realidad són 21 ascensiones las que deberán afrontar para acumular la altura del Everest, y no 20 como pensaban.
Llegada la tarde al Xiquet sólo le quedan unos pocos compañeros de viaje que, también exhaustos, pocos ánimos le pueden aportar ya.
El ritmo, cada vez mas lento y sosegado, hace que los kilómetros se eternicen. El silencio imperante sólo es interrumpido por loas fuertes bocanadas de aire, los chasquidos de las cadenas al subir o bajar piñones y algún que otro gemido de dolor.
En una de las últimas paradas en el la carpa de Decathlon, situada en la cima, deciden afrontar las últimas ascensiones de forma ininterrumpida.
Llega el último descenso. Fácil, en teoría. Conocen cada curva al milímetro, la inclinación de cada tramo, las grietas en el asfalto y la posible suciedad, pero los reflejos ya no están en perfecto estado, la vista se nubla, la tensión de los brazos al frenar merman la pericia en la manejabilidad de la máquina y la más suave brisa, o cualquier irregularidad en el firme de la carretera, ponen en riesgo la trazada prevista en cada curva.
Con toda la precaución del mundo, llegan abajo. Bajan plato, suben coronas, 180º y a por la última subida.
Según pasan los kilómetros, el silencio se desvanece. El dolor de piernas se esfuma, las primeras sonrisas salpican los demacrados rostros de los expedicionarios.
Se empiezan a escuchar las primeras voces más que reconocibles en lo alto de la montaña, cada vez más cerca.
Si empiezan a creer que es posible, tienen el premio al alcance de su mano.
Ahora sí, giran la última curva y allí están, sus familirares y amigos, tras una enorme cinta que sostienen, nada menos que Ximo Galán y el Sevi, dos ilustres de la legendaria Escuadra Blau-Groga.
El Xiquet, escoltado por Marino, Ramón, Paco y Óscar, cruza la improvisada meta. El vello corporal, atraviesa la piel sin piedad, un escalofrío recorre sus espaldas, gritos de alegría, abrazos, besos, aplausos, cerveza... las lágrimas se desbordan a borbotones.
¡LO HAN CONSEGUIDO!
